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Arthur Schopenhauer (1788-1860)

miércoles, 10 de junio de 2009

La lírica del Ballet, a través de Romeo y Julieta de Prokofiev


Tchaikovsky quizo mostrar al público ruso que la música para el ballet no era necesario que sea de la leve, humilde estirpe que había sido la norma durante siglos.

Pero los dos compositores rusos que iban a aprender las mejores lecciones de Tchaikovsky, y que iban a añadir sus propios brillantes manifiestos a la provocación del género, construyeron su reputación fuera de su tierra natal.

Igor Stravinsky y Sergei Prokofiev (imagen a la izquierda) dejaron su marca como colaboradores de la danza mientras se trabaja en Europa occidental con los "Ballets rusos" del gran Diaghilev, coreógrafos de escena y diseñadores en ese legendario entorno.

Se ha afirmado que el virtuoso pianista Prokofiev, anhelaba concentrar sus energías creativas en la ópera, ya que es considerada la más elevada de las formas de arte.

Sea como fuere, por el momento en que el compositor de 41 años se reestableció en Rusia después de catorce años en el extranjero, era conocido en todo el Continente y en Estados Unidos como un proveedor de su propia fragilidad, con originales obras para piano, y como compositor de partituras de ballet, incluyendo Chout, Le pas d'acier, El hijo pródigo, y Sur le Borysthène.
Dejando de lado las políticas culturales soviéticas, no es en absoluto sorprendente que, después de haber decidido ir a casa, Prokofiev tuvo que reaclimatarse a sí mismo a sus compatriotas del medio.

El compositor escribió en su Autobiografía que los rusos "Gustaban de ballets que tomaran toda una noche; en el extranjero la gente prefiere ballets cortos… Esta diferencia de puntos de vista surge del hecho de que nosotros damos mayor importancia a la trama y su desarrollo; en el extranjero se considera que en el ballet la trama es secundaria, y un ballet en tres actos da la oportunidad de absorber un gran número de impresiones desde tres grupos: artistas, coreógrafos y compositores en una sola noche. "

Sin embargo, esto no explica totalmente por qué Prokofiev, en relación con el Teatro Kirov decidió presentar una nueva partitura de ballet, con Romeo y Julieta.

Sin duda sabía de la dramática sinfonía de Berlioz, y la ópera de Gounod, y más importante aún, de la obertura fantasía de Tchaikovsky, todos en la misma historia, pero los precedentes, a pesar de ser eficaces, no son suficientes para justificar lo que parece haber sido lo que llevo al compositor a tomar la decisión consciente de salir de los escenarios musicales en los que su carrera se había construido.

Su motivación sin duda fue musical. En su autobiografía, Prokofiev figuran los cuatro elementos principales en su propio estilo musical: el clásico, lo moderno, la movilidad o tocata, y la lírica. "Con el paso del tiempo”, escribió, "Me llamó más y más atención este aspecto (la lírica), de mi trabajo."

Cuanto más consideró las posibilidades de una partitura de ballet acerca de Romeo y Julieta, más se dio cuenta de que ese proyecto le permitiría sacar provecho de esta lírica, así como para incorporar los otros elementos que se han integrado en la firma de su creador.

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