Aunque era un activo concertista de piano, Bartók escribió gran cantidad de música para violín.
Parte del interés que sintió Bartók por el violín se debía al importante papel que desempeña este instrumento en la música folclórica húngara.
El compositor estaba profundamente interesado en su música nativa.
Fue uno de los primeros de los muchos estudiosos de la música en tomar en serio la música folclórica como una expresión auténtica del carácter nacional.
Bartók pasó gran parte de su vida recogiendo, clasificando y estudiando melodías folclóricas auténticas.
Como compositor, buscó deliberadamente desarrollar un estilo que fuera una amalgama entre los lenguajes folclóricos húngaros y el arte musical europeo contemporáneo.
Por lo tanto, su música es diferente a la de cualquiera de sus contemporáneos. El estilo de Bartók está imbuido de ritmos y escalas húngaros.
De este modo, no es mera coincidencia que el violín desempeñara un papel tan importante en su producción.
Es tentador oír detrás del fogoso virtuosismo del Segundo Concierto, similar a una danza, a un violinista gitano que toca la música tradicional de su pueblo.
Bártok escribió este concierto durante un período de agitación política que aquejaba a toda Europa.
Mientras el compositor se debatía en la duda de si quedarse o no en la Europa dominada por el Eje, recibió el encargo de un concierto del violinista húngaro Zoltán Székely.
Bártok hubiera preferido componer un conjunto de variaciones para violín y orquesta, pero el virtuoso quería un concierto hecho y derecho.
En realidad la obra terminada, efectivamente utiliza técnicas de variaciones, y los materiales del primer movimiento vuelven en forma variada en el final.
A cambio de su encargo, Székely recibió un concierto de grandes proporciones, que trata al violín con gran bravura.
La parte del violín explora muchas técnicas especiales de las cuerdas –trémolo, cuartos de tono, glissando- pero no hay mucho del pizzicato, que es la marca de los cuartetos de cuerdas de Bartók.
Este sonido pulsado, en cambio se le da al arpa, que tiene un realce poco habitual. Este instrumento abre el concierto y, en su desarrollo nunca está ausente por mucho tiempo, especialmente en los dos primeros movimientos.
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