En la música todos los sentimientos vuelven a su estado puro y el mundo no es sino música hecha realidad.
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Arthur Schopenhauer (1788-1860)

martes, 7 de abril de 2009

Martes Santo, "Oratorio Christus" de Franz Liszt

El oratorio Christus es indudablemente una de las flechas que Liszt lanzó hacia el espacio infinito de lo que llamaba la música del porvenir, sobre la cual había trabajado durante su fructífera estadía en Weimar y que se resumen en la frase bíblica: verter el vino nuevo, en odres nuevos.

Podemos reconocer en esta obra una tan clara y vasta luz del desarrollo musical del siglo 19.

La obra de Liszt está basada en la triple unidad del nacimiento, la predicación y la muerte de Jesús.

La primera parte la tituló “Oratorio de Navidad”, la segunda “Después de la Epifanía” y la tercera “La Pasión y Resurrección o el Oratorio de Pascuas”.

Según la definición original del género, el oratorio es una creación dramática que no se presenta en escena y cuya verdad se manifiesta en el conflicto de fuerzas contrarias.

Exteriormente el oratorio de Liszt va en contra de esta regla.

En efecto, su música conlleva más bien elementos lírico meditativos o narrativos y épicos antes que una confrontación dramática de fuerzas opuestas.

No se encuentra en la Obra una acción continua y coherente que se podría seguir de un punto a otro. 

En realidad, ella tampoco tiene personajes.

El Cristo, tomado como motor de acción, solamente aparece dos veces.

El desarrollo de la obra es puramente íntimo, y de hecho se sitúa al nivel del alma.

Nos encontramos entonces frente a una serie de cuadros prácticamente independientes los unos de los otros que, sin embargo, nos llevan a sucesivos planos afectivos, hacia la purificación, la purificación resultante del letargo del sufrimiento hasta el triunfo.

Con motivo de la celebración de la Semana Santa un ejemplo, hoy escuchamos de la tercera parte del oratorio: Pasión y Resurrección del Señor, el "Stabat Mater Dolorosa", un antiguo himno medieval, puesto en música de manera dramática.

Está conformado por una serie de variaciones que podríamos llamar “visiones”.

Éste extraordinario poema al dolor, al duelo y al sufrimiento se encuentra revestido de los colores más dolorosos y en las variadas voces de los solistas y de los coros mixtos, en los instrumentos de la gran orquesta, en el órgano y el harmonio.

Se puede admirar en estructura en arcadas, como en las construcciones góticas.

Ramiro Dávila Grijalva

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